http://nomesjoana.files.wordpress.com/2012/11/gabriel-garcc3ada-mc3a1rquez-del-amor-y-otros-demonios.pdf
En la tercera hornacina del altar mayor, del lado del
Evangelio, allí estaba la noticia. La lápida saltó en pedazos al
primer golpe de la piocha, y una cabellera viva de un color de
cobre intenso se derramó fuera de la cripta. El maestro de obra
quiso sacarla completa con la ayuda de sus obreros, y cuanto
más tiraban de ella más larga y abundante parecía, hasta que
salieron las últimas hebras todavía prendidas a un cráneo de niña.
En la hornacina no quedó nada más que unos huesecillos
menudos y dispersos, y en la lápida de cantería carcomida por el
salitre sólo era legible un nombre sin apellidos: Sierva María de
Todos los Ángeles. Extendida en el suelo, la cabellera espléndida
medía veintidós metros con once centímetros.
El maestro de obra me explicó sin asombro que el cabello
humano crecía un centímetro por mes hasta después de la
muerte, y veintidós metros le parecieron un buen promedio para
doscientos años. A mí, en cambio, no me pareció tan trivial,
porque mi abuela me contaba de niño la leyenda de una
marquesita de doce años cuya cabellera le arrastraba como una
cola de novia, que había muerto del mal de rabia por el
mordisco de un perro, y era venerada en los pueblos del Caribe
por sus muchos milagros. La idea de que esa tumba pudiera ser la
suya fue mi noticia de aquel día, y el origen de este libro.
Gabriel García Márquez
Cartagena de Indias, 1994
Debajo, un resumen de la novela.
Del amor y otros demonios
La hija de Ygnacio de Alfaro y Dueñas (marqués de Casalduero), Sierva María de Todos los Ángeles que había ido a comprar cascabeles para la fiesta de sus doce años, con una mulata (Caridad del Cobre), fue mordida por un perro infectado de rabia.
Un mes después, una india andariega llamada Sagunta, tocó la puerta del marqués para informarle que si niña fue la primera mordida por el perro cenizo colgado muerto en el mercado. Después de enterarse, el marqués fué a la casa del médico más notable de la ciudad, Abrenuncio de Sa Pereira Cao, éste pidió ver a Sierva María. Luego de la revisión llegó a la conclusión de que no era alarmante, lo más probable era que no contrajera la rabia. Pero el marqués no se confió, llamó a los otros tres médicos cetificados y a todos los curanderos y dómines de la ciudad.
La niña se revolcaba por los suelos aullando de dolor, hasta los curanderos más audaces la abandonaron a su suerte alegando que estaba poseída.
El obispo, don Toribio de Cáceres y Virtudes, alarmado por el escándalo público de Sierva María citó al marqués a quien convenció de que la niña estaba poseída y de dejarla en sus manos interna en el convento de Santa Clara. El padre Cayetano Alciro del Espíritu Santo Delaura sería su exorcista.
Después de varias visitas de parte de Cayetano a Sierva María en el convento, este solo podía pensar en ella. Intentó la purificación previa al exorcismo, se encerró a cazabe y agua. No lo consiguió. Pasó noches de delirio y días en vela escribiendo versos.
Una mañana Cayetano corrió al convento con el corazón desbocado, Sierva María estaba posando para un retratista. A Cayetano le sobró el tiempo para borrar cualquier duda del corazón; esa noche el obispo lo encontró en su biblioteca tirado en el suelo con el torso desnudo flageandose en un lodazal de lágrimas y sangre. En la mañana el obispo lo llamó a su oficina, lo despojó de sus encomiendas y privilegios, rezaron juntos, lo bendijo, le dijo: ''Que Dios se apiade de ti''. Y lo borró de su corazón.
Después Cayetano escaló una tapia para poder entrar al convento a través de un túnel y le confesó a Sierva María que no tenía un instante sin pensar en ella, que cuanto comía y bebía tenía sabor a ella, que la vida era ella a toda hora y en todo lugar.
Al final trasladaron a Sierva María a una cárcel en el pabellón de las ''enterradas vivas'' donde Cayetano no podría entrar jamás. El 29 de mayo la guardiana encontró a Sierva María de Todos los Ángeles muerta de amor con los ojos radiantes. Los troncos de los cabellos le brotaban como burbujas en el cráneo y se les veía crecer.
RovSaint-H. N.
RovSaint-H. N.
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