La sirena curiosa persiguió
la cresta de espuma, atrapó
la botella y nadó hasta
la piedra donde se sentó
para abrirla.
Las escamas de su cola
refractaban la luz y así,
casi encandilada por el sol
desenrolló el papel
que contenía la foto
de Valentina de pie,
con sus piernas sin brillo.
La sirena exclamó: -¡Pobre!
¿Quién le habrá quitado
su cola de pez?
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